Soñé que un ángel su amor me daba


Soñé que un ángel su amor me daba. Era un ángel de glúteos fuertes y genitales de efebo en reposo. No pertenecía a la familia de los Héctores, este había surgido de una revista y en mi sueño y desplegaba el encanto de sus alas. A la orilla del vértigo me elevó el plumífero, me regalo el vapor de ignoradas ligerezas y en cándido plumaje se dumio a mi lado. Me despertó el cosquilleo de primitivas sensaciones, la visión brevísima de un albo deseo. Anduve todo el día ruborizada, presintiendo seráficas exhalaciones muy cerca de mis orejas. Con la piel chinita estuve, esperanzada, acrecentando el ansia de buscar la sombra y su letargo. Este ángel tierno, candoroso, ha dejado en mí una huella profunda, un temor delicioso en los recuerdos. Por él estoy aquí, esperando entre nubes su descenso. He aceptado pausas, aplazamientos, herbales encierros; he cambiado, por su rubor, hombres de pechos vigorosos, de manos juguetonas, terrenales. Con el ángel me basta la mirada, el lánguido vapor que siempre le acompaña.



En Dulce y prehistórico animal. Pág. 7

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