Hombre
de rituales y obsesiones, el viejo escribiente hacia tres cosas apenas se
levantaba por la mañana:
Uno.
Respiraba profundo, es decir, inspiraba los objetos, su casa, la calle, para
exhalar enseguida un orbe intenso y nuevo.
Dos.
Bebía con parsimonia un vaso de agua, dispuesto siempre junto a su cama desde
la noche anterior.
Y
tres. Leía, leía en voz alta un poema hermoso para que todas las cosas se
despertaran.
El
viejo escribiente se sentía como un aprendiz de mago que perfeccionaba hechizos
despierto, pero los olvidaba apenas conciliaba el sueño. El viejo se sentía y
eso le bastaba.
Sánchez, Ada Aurora (2014) El aprendiz de mago. En Todo libro es una liebre. México:
Puertabierta Editores. Pp. 29.
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