A Héctor el
dramático le gusta adornarse,
ensayar los encuentros. Con él soy una mujer de ojos grandes y corazón tembloroso,
la espectadora de un teatro a mi servicio y Héctor el dramático me ofrece una
función privada. Él mismo diseña el vestuario y la escenografía, elige la
música, escribe el guion, dirige y actúa. Esta noche me regala un áspid
engalanando a otro áspid. Es una serpiente de seda con diamantes y rubíes; la
sostienen un alambre delgado y muy flexible. Héctor envuelve con ella su pene
dormido, luego, con las flautas y las luces comienzan a moverse, van creciendo
juntos. Yo, con mis ojos grandes los admiro, vibro con ellos en cada
ondulación, con ellos recorro el sinuoso camino. Al final del acto, los dos
áspides, enhiestos, me brindan sus delicias.
En Dulce y
prehistórico animal. Pág. 11
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