Con el recuerdo de mis años niños,
cuando jugaba al trompo y las canicas
en tus escuelas tibias y abaciales,
te saludo ciudad, que te abanicas
con las espigas de tus arrozales…
Ciudad de mis recuerdos juveniles
cuando soñé en Mompracen y en Sandokan
y en las naves repletas de pitaras:
¡cómo sueltas tus ansias infantiles
cuando tu banda toca en serenata!
En tus grises portales domingueros
tienes prendida el alma de las huertas
con el triste pregón de los tuberos,
mientras tus casas de maldad desiertas
huelen a pan y a flor y a limoneros
y vives toda la bondad abierta
bajo los chorros de tus aguaceros…
Eres noble, ciudad. Con fe sencilla
tu gente cree en los santos y va a misa;
te nutres con sopitos de la Villa,
y te resbalas en tu Piedra Lisa,
y te alimentas con encaladillas,
y devota sin parar, tomas ceniza,
y en las cuaresmas tristes, te arrodillas…
Tú hueles, ciudad mía, como a incensario
que sacudieran tus vientos tropicales.
Y más cuando el calor se desbarata
al soplo de la brisa en tus balnearios,
si te duermes tranquila en las hamacas
bajo el arrullo de tus campanarios.
Tierra de las mujeres recatadas
que juegan al amor tras las ventanas
con el mozo locuaz y campirano;
¡que ritmo en el andar de sus pisadas
cuando vuelven de una misa en las mañanas
cual palomas torcazas asustadas…!
Te vistes de abalorios y percales
en tus rancheras de gentil huarache,
mientras desatas bajo tus portales
tus ácidos aromas de tepache,
y hueles toda como a cafetales,
y bailas de carquís con el mariachi
bajo el embrujo de tus cocotales…!
Eres sonriente moza endomingada
que mide el gozo en su pedad sencilla,
entre santos vaivenes de incensarios
en la iglesia maltrecha y destrozada,
cuando paseas descalza en Lo de Villa
con el pretexto de los novenarios…
Ciudad del alfajor y del pozole:
tus mujeres, de orejas de desvelos,
se llaman Carmen, Inocencia o Chole,
¡y todas huelen como a caramelos!
¡y todas saben como tu pinole!
López Rivera, Rigoberto (1991) Canto a Colma. En Antología poética colimense. Colima: Universidad de Colima.
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