Sé que
el mejor de los sentidos es el olfato. Hueles, te digo, a madera mojada por la
lluvia, y no te he dicho nada mejor desde ese día. Por el olor te distingo
entre todas las mujeres, y solo por medio del aroma del chocolate caliente y
pan de zanahoria, puedo conservar como recuerdos de la infancia. Sí, mi oído es
bueno, pero mi olfato… De mis cinco sentidos, el olfato es al que prefiero. No puedo
ver nada, lo sabes, y por eso me gusta que uses perfumes caros. O baratos, en
realidad, no me importa, le sigo el juego a tu orgullo. Tampoco escucho nada;
ahora que voy caminando hacia tu casa, quisiera sorprenderme sabiendo que
preparas un pastel de zanahoria. Uno a sus cincuenta, ciego y sordo, no tiene
más refugio que acordarse de la infancia, de manos de una hembra como tú tan
olorosa. Yo tengo ventajas sobre la cursilería-. Te puedo decir mi ramita de
canela, y no estoy usando la mejor de mis metáforas sino es la única. Amo el
olor del sudor cuando te excitas, y nadie sabe como yo que ahora me deseas; si
no, ¿por qué olerían a cloro las manos y tu cuello? ¿por qué siento este aroma
de cigarro?
Ruiz, Bernardo. (2003) El anciano de la Dos Oriente. En
Antología de la primera generación de la
Escuela de Escritores de la SOGEM Colima. Cola de cuija. México: Gobierno
del Estado de Colima/ Secretaría de Cultura. Pp.145.
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