¡Dios mío, qué
solos
Se quedan los
muertos!
Gustavo Adolfo
Bécker
Funeraria Magaña
Por seguridad,
favor de no traer niños.
—Buenos
días, señora. Disculpe, ¿no leyó el letrero? Su niño no puede pasar.
—Por
favor, señor, solo venimos a despedirnos de mi hermano Pepe, mi Juanito es muy
educado y se va a portar bien, lo prometo.
—¡Hum!
Muy bien, señora, el niño puede pasar, pero bajo su completa responsabilidad.
—Sí,
claro, gracias.
—Ven,
Juanito, despídete de tu tío Pepe: ya van a cerrar el ataúd.
—Sí,
mamá. Parece que está dormido… ¡Mamá, mamá! ¡Mi tío solo estaba dormido! ¡Se
mueve! ¡Mira! ¡Ay! ¡Mamá, ayúdame! ¡Me lleva!
—Señor
el muerto se llevó a mi Juanito. ¿Qué hago?
—Ya
nada, señora. Yo le advertí que el niño entraba bajo su responsabilidad. Este
tipo de cosas suelen pasar, los muertos se sienten atraídos por la alegría de
los niños y los raptan, por eso no permitimos que entren. Además, señora, su
hermano ya va hacia la capilla de cremación. Con permiso, buenos días.
Ruiz, Bernardo. (2003) Hábitos mortuorios. En Antología de la primera generación de la
Escuela de Escritores de la SOGEM Colima. Cola de cuija. México: Gobierno
del Estado de Colima/ Secretaría de Cultura. Pp. 57.
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